GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

Actividad Nocturna por Mila Oya


       De un acrobático brinco Jose se levantó de la silla y voló por los aires hasta posarse suavemente sobre la grupa del sapo letrado.
       -¡Al ataque!- gritó encantado.
       -¡Croac! ¡Al ataque!- coreó el sapo.
       ¡Qué fascinante! ¡Qué prodigioso!
       Un niño montado en un sapo verde, atestado de letras y muy parlanchín, galopaba en una idílica charca de aguas cristalinas, acariciadas y atemperadas por el sol de primavera. El sapo saltimbanqui aprovechaba la profusa vegetación que habitaba el charco para cruzar saltando de una hoja a otra, toda la laguna.
       -¡Estupendo! ¡Genial!- gritaba Jose sin poder contener su alegría.
       El sapo actuaba como un perfecto cicerone presentándoles a todos los seres que se encontraban en su travesía.
       -¡Croac! ¡Ese es Jonás!- le dijo señalando a una salamandra muy tranquila
       -¡Hasta luego sapo y pasajero!- contestó Jonás al saludo de los visitantes.
       ¡Qué maravilla! José no se podía creer lo que estaba viviendo pero el agua tibia que acariciaba sus zapatos a cada salto del sapito y el aire cariñoso que peinaba su cabellera, le obligaban a ser consciente de lo real de aquella aventura. Aunque no dejaba de gritar como un loco de lo bien que lo estaba pasando, no olvidaba la cortesía de saludar a todos los que el sapito le presentaba. Así conoció a una rana muy simpática, a un pato que siempre estaba enfurruñado, a un pez que quería ser astronauta, y a una libélula aviadora, que se guardó mucho de acercarse por si las moscas el sapo tenía hambre y se la zampaba de un bocado.





       Cabalgaron y cabalgaron sobre las aguas cálidas hasta que Jose se cansó de gritar y el sapo encontró un lugar tranquilo y soleado donde poder charlar.
       -Croac. Croac ¡Esta es mi casa croac!- anunció
       -¡Qué pasadón!- exclamó el niño.
       Varias gigantescas hojas de nenúfar de un verde cegador formaban el suelo y en el centro de la vivienda se levantaban dos descomunales e impresionantes flores blancas tan preciosas, tan preciosas que el niño quedó extasiado contemplándolas.
       -Croac, puedes sentarte croac sobre una de ellas croac. Son mis croac butacones.
       -¡Qué alucine!




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