Érase que se era
un ratón friolero
que llegado el invierno
le temblaba hasta el pelo.
Se vestía su bufanda,
sus botas y el pantalón
y le castañeteaban los dientes
grandes de roedor.
Totalmente vestido
se metía en la cama
y aunque el sol saliese
él no se levantaba.
Solo pensar en la nieve
le daba verdadero pavor.
Imaginaba los copos cayendo
y le entraba un sofocón.
-¡Es horrible el invierno!
-repetía sin cesar.
-¡Quiero que llegue el verano
para poderme bañar!
Pero el termómetro del cuarto
cada vez más bajaba
y todo su cuerpecito
una y otra vez tiritaba.
Mas un día de mañana,
el día de Navidad,
escuchó unos cantos
y oyó a mucha gente hablar.
Después de mucho esfuerzo
se consiguió levantar
y asómo su cabeza al invierno
y solo pudo alucinar.
¡Qué maravilloso espectáculo
el ratón pudo observar!
¡La sala estaba decorada
preparada para la Navidad!
¡Un árbol y mil regalos!
¡Un gato y un bastón
y un muñeco de nieve
y otro muñeco glotón!