Érase que se era
un Noel despistado
que también era Papá
y que repartía regalos.
Llegada la Navidad,
observó horrorizado
que era hora de repartir
y tenía el pantalón reventado
En sus grandes posaderas,
justo en el medio del culo,
tenía un gran agujero
de casi un metro, calculo.
-¡Cielos que voy a hacer!
-exclamó preocupado.
¡No puedo ir por ahí
enseñando el calzón arrugado!
A toda prisa marchó
y entró en el supermercado.
Unos pantalones buscó
para cambiar el estropeado.
Pero no lo consiguió.
¡Se habían agotado!
-¡Que desesperación!
-exclamó muy angustiado.
Un cliente que lo oyó,
un cliente costurero,
sus servicios le ofreció
para sacarlo del enredo.
-Su pantalón es un desastre,
pero yo lo arreglaré.
Soy un muñeco de nieve
además del mejor sastre.
Así que Papa Noel
quedó con las piernas al aire
mientras el muñeco de nieve
arreglaba aquel desastre.
-¡Imposible!- dijo el muñeco.
-Esta costura es muy grande.
Si no voy a mi taller
el trabajo se irá al traste.
Papa Noel y el muñeco
abandonaron el supermercado.
Para que no le vieran las piernas
iban los dos muy pegados.
¡Que extraña figura hacían!
Un muñeco y aquel santo,
caminando por la nieve
ocultándose de vez en cuando.
Quizás alguien los observaba,
ellos así lo pensaron.
Una sombra los miraba,
era una sombra muy seria
y con un abrigo de lana.