Érase que se era
un conejo avispado.
Trabajaba con un mago
en un país muy lejano.
A través de la chistera
acostumbraba a asomar
y cantaba habaneras
cuando debía cantar.
Se ocultaba en una caja,
entre pañuelos y flores
y esperaba con las palomas
a que lo sacaran a tirones.
En un hermoso carromato
el mundo entero recorría.
Siempre saliendo de la chistera
cuando la ocasión lo requería.
Llevaba un año entero
trabajando sin parar
y el mago explotador
no lo dejaba descansar.
Llegado el invierno
quería unas vacaciones
y solo las consiguió
cuando llegaron los ladrones.
Los ladrones robaron
el equipaje del mago
y después lo almacenaron
con otros objetos robados.
El conejo avispado
rapidamente encontró
una bota colorada
y en ella se escondió.
Los malvados maleantes
vendieron las mercancías
y la bota colorada
subió así a un tranvía.
Viajó por todo el campo
y a una casita llegó
y un inocente niñito
en la pared la colgó.
¡Qué alegría más grande,
cuando el conejo asomó!
La sala era impresionante.
¡Allí se divertiría un montón!