Un poco de historia

Por Mila Oya


   Durante la dictadura franquista en España el teatro aficionado queda relegado a piezas entretenidas o religiosas realizadas en los locales de la parroquia y controlada estrechamente por la iglesia y el aparato represor del régimen. Pero en los años sesenta aparecen grupos de dramaturgos y compañías que se rebelan contra el teatro comercial que cosecha grandes éxitos en escena. Todavía la censura ejerce su violencia sobre las actuaciones tanto profesionales como amateurs. Pero al calor de las nuevas voces contestatarias surge el teatro independiente, desde el cual los autores silenciados por la dictadura tratan de llevar a escena apuestas más arriesgadas y comprometidas socialmente que los empresarios se resisten a subir a las tablas, temerosos de las consecuencias económicas y políticas.

    Son los años ochenta los que realmente representan el auge del verdadero teatro amateur, el que no busca profesionalizarse y por lo tanto no intenta vivir del arte escénico. Con el apoyo de instituciones públicas como autonomías o ayuntamientos aparecen gran cantidad de grupúsculos que ensayan obras amables o comprometidas, buscando un desarrollo personal y un afianzamiento social que refuerce el vínculo entre actores y público, el vínculo entre ciudadanos.
    Los estudios pedagógicos sobre la influencia positiva de las artes escénicas en la educación sitúa al teatro en el punto de mira de profesores y educadores. En cualquier ámbito de la enseñanza el teatro es recibido como una actividad enriquecedora, fortalecedora de las capacidades de los jóvenes y con una fuerza integradora y de apertura hacia otras realidades que generaliza la utilización del teatro como importante herramienta de la educación. El teatro juvenil y universitario aumenta exponencialmente y ya con la entrada del siglo XXI podemos contemplar una gran proliferación de grupos teatrales que enriquecen la vida cultural de la sociedad. Jóvenes y adultos se afanan en presentar la propuesta teatral más interesante.

    En este punto se enrarece la relación entre grupos aficionados subvencionados por ayuntamientos, asociaciones profesionales, comunidades autónomas o cualquier otra institución del estado y el teatro profesional, debido a la confluencia de intereses económicos por los que ambos tipos de teatro pugnan. Sin embargo, la crisis económica que se originó en el año 2008 rebajó enormemente la tensión entre ambas facciones teatrales. Las aportaciones económicas de las autoridades desaparecen por completo y tanto el teatro aficionado como el profesional se encuentran en una encrucijada difícil, pues deberán avanzar a partir de ahora con más que escasos recursos. En un momento de recortes económicos generalizados, la cultura y el teatro, como manifestación de la misma, no parece tener apoyos sociales suficientes para mantener su poderío ideológico y de desarrollo personal y social que hasta ahora había manifestado. Pero el teatro amateur siempre ha mostrado una gran vitalidad enraizada en la propia condición humana y seguramente encontrará otra vez su espacio en esta nueva sociedad que precisa más que nunca análisis profundos y denuncia de las injusticias que arrecian.
    En el entorno escolar las cosas están menos revueltas. Nadie cuestiona el poder pedagógico de las artes escénicas y por ello cada vez más maestros y educadores se inclinan por la actividad teatral como medio de despertar el interés social de los jóvenes, fomentar el desarrollo integral de sus intelectos y proponer cuestiones básicas que provoquen inquietud entre los adolescentes y que despierten su sentido crítico ante la vida.


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La Jaula por Mila Oya

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