Aunque en la primera década de este siglo hemos sido testigos de la aparición de gran cantidad de espectáculos teatrales para jóvenes en los circuitos comerciales alcanzando sonados éxitos, el teatro juvenil que nos interesa en este artículo es aquel representado por adolescentes en el entorno escolar o asociativo. Es decir, nos centraremos en el teatro realizado “por jóvenes” no “para jóvenes”. Por lo tanto, debemos empezar por establecer las edades concretas con las que trataremos.

    Si nos fijamos en el término anglosajón “teenager” veremos que sitúa la adolescencia entre los 13 (thirteen) y 19 años (nineteen).Esas son pues las edades de los actores que representan las obras de teatro juvenil que nos ocupan. Es obvia la diferencia de desarrollo intelectual entre un muchacho de 13 años, todavía cercano a la infancia, y un joven de 19 que ya es considerado legalmente, a todos los efectos, un adulto. Sin embargo, ambos se hallan todavía en un período de formación como individuos en el que el teatro es un factor enriquecedor sin parangón y desarrollador de las habilidades del joven.

    No es gratuito volver la vista hacia el mundo anglosajón cuando hablamos de teatro juvenil, pues desde hace muchísimos años las representaciones teatrales forman parte obligatoria del currículo de cualquier centro educativo y además, en los últimos tiempos, ha experimentado un colosal incremento, apareciendo grupos teatrales juveniles fuera de la escuela que como parte de su actividad pedagógica realizan giras para presentar sus trabajos frente a otros muchachos del entorno.

    También en la cultura hispana se ha prestado atención a las actividades teatrales juveniles en el ámbito escolar, tanto en España como en Iberoamérica, en esta última, tal vez, con mayor devoción y entrega. A pesar de ello, durante largo tiempo el fin de las experiencias teatrales en el entorno académico era acercar a los jóvenes a la literatura y al conocimiento de la obra y estilo de grandes autores teatrales hispanos o universales. Los alumnos conocían así el trabajo de escritores clásicos, familiarizándose con épocas muchas veces lejanas y desconocidas y con la problemática de personas con inquietudes muy diferentes a las propias.