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Noche de difuntos por Mila Oya


Por Mila Oya

       Llania abandonó la mesa de su despacho en el edificio Contar y se acercó a un espejo.
       Experimentó todo tipo de muecas y se sintió satisfecha del avance realizado hasta el momento. Ninguna humana podría tener mayor variedad de expresiones.
       -Soy Ela, supervisora de exposiciones- se dijo ante el espejo.
       Jamás nadie lo dudaría. Aquella personalidad que había adquirido a su llegada a Sidor había resultado mejor de lo esperado. Nadie conocía a Ela en la empresa. Solo esperaban a una mujer joven muy capacitada para su trabajo. Esa era Llania. En un par de semanas, mucho menos de lo que la verdadera Ela hubiese necesitado para ponerse al día, dominaba por completo sus obligaciones. Cómoda en su papel y conociendo la importancia que más que al arte, a las grandes reuniones, daban los ricos y poderosos de Sidor, se apresuró a organizar la más fastuosa de las celebraciones que Jonel Exposiciones, recordaba.
       Todos estaban encantados con la nueva supervisora de exposiciones. Su cálida y exuberante belleza, su piel inmaculada, su voz dulce, sus ojos profundamente azabache y sus delicadas formas, habían conquistado el corazón y la voluntad de todos sus colaboradores. Nadie sabía que ella era Llania, Llania, la criatura de Bazun.
       Llania se acercó a su escritorio y habló al intercomunicador.
       -¿Está todo listo?- preguntó.
       -Todo dispuesto, Ela, - contestó su secretaria particular- Los autores están en la sala y pronto llegarán los invitados y los medios de comunicación.
       -Ahora mismo bajo para recibirlos.
       Con el más fastuoso de los vestidos que pudo encontrar, Llania salió de su despacho en dirección a salón de recepciones.
       -Este es el primer paso- se dijo- Alguno de mis invitados posee el poder de Terror. Hoy sabré al fin quien de ellos oculta a Terror. La criatura de Bazun estaba decidida a averiguarlo, a escrutar el alma de cada uno de los poderosos invitados. Alguno había alcanzado su poder gracias a Terror, ella descubriría quien.
       Sus ojos de azabache atravesaron una a una a las ilustres personalidades que se habían dado cita en la sala de exposiciones. Llania, saludaba a todos tendiéndoles su mano blanca y suave y aprovechando el contacto con la carne humana para escrutar hasta el rincón más recóndito de sus cerebros.
       -Terror sabe esconderse- pensó contrariada- Percibo su huella en muchas almas pero su presencia no está impresa en ningún pensamiento ni en ningún recuerdo.
       Los invitados recorrían la sala, opinaban sobre los lienzos y sobre todo charlaban entre ellos, no solo de cosas triviales, sino de futuros negocios y futuras conspiraciones.
       La más alta sociedad de Sidor se había reunido bajo los ojos helados de la criatura de Bazun que luciendo una dulce y encantadora sonrisa, sosteniendo elegantemente en su mano un cóctel de moda, no cesaba la minuciosa investigación de sus convidados. -¿Cómo es posible?- súbitamente murmuró.
       El adorable rostro de la falsa Ela se transfiguró en un instante. Una inusitada dureza de hielo y acero se apoderó de sus suaves facciones. No muy alejado de ella, un hombre vestido con un elegante chaqué, charlaba amigablemente en medio de un corro de personalidades.
       -¡No es humano!- advirtió Llania alarmada.
       ¿Qué estaba ocurriendo? ¿De dónde había salido aquella criatura? ¿Alguien además de Bazun necesitaba a Terror?
       Llania carecía de datos para poder responder a todas estas preguntas.
       Por primera vez desde su llegada a Sidor, la incertidumbre se apoderó del corazón de acero y de pócimas de la bellísima criatura. Precipitadamente se apartó de la multitud. Decidió ocultarse de la mirada del otro ser no humano hasta no disponer de nuevas instrucciones. Urgía un contacto con Bazun. ¡Era vital!
       -Me encuentro mal- le dijo a su secretaria- Hazte cargo de todo hasta que vuelva.
       A toda velocidad la falsa Ela abandonó la estancia. Se hallaba tan trastornada que si fuese de carne y hueso, podría decirse que estaba a punto de sufrir un colapso nervioso.
       Llania se estrujaba los dedos en una habitación continua a la sala de recepciones. Pensaba en el modo de ponerse en contacto con su creador. ¡Debía hacerlo! ¡No tenía más opción!
       De pronto la puerta del cuarto en el que se hallaba se abrió.
       -¿Ela? ¿Eres tú Ela de Taigos?
       Un hombre joven la miraba con extrañeza.
       Llania lo recordó inmediatamente. Su imagen se hallaba entre los recuerdos de la verdadera Ela.
       -¡Hola Noi!- le dijo.
       -¿Sabes mi nombre? ¡No pude ser! ¡Tú no eres Ela! ¡No lo eres!
       La criatura de Bazun calló. ¿Qué más podía salir mal en aquella recepción? Rápidamente se acercó al joven y lo aferró por la muñeca.
       -¡Estupendo!- se dijo- Aún no ha hablado de mí con nadie.
       Menos mal que Sidor contaba con millones de oscuros callejones.
       -¡Acompáñeme!- le ordenó asiendo fuertemente del brazo.
       El hombre quiso resistirse y luchar pero los ojos helados de azabache de la criatura, lo redujeron en un instante. Como un autómata se dejó conducir por aquella deliciosa mujer hasta el callejón Lomas.
       Llania abandonó el cuerpo en un contenedor de basura, se arregló el peinado y salió del húmedo callejón.
       -Tengo problemas- se dijo- ¡Muchos problemas!



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Milagros Oya©