Ebooks teatrales

Noche de difuntos por Mila Oya




Leyendas del cuerpo humano
de
Samiro de Gurna

Por Mila Oya

Demodex folliculorum

En muchas ocasionas la verdad es dura, angustiosa y aterradora. En muchas ocasiones, tal vez, permanecer en la oscuridad de la ignorancia resulte tranquilizador. Pero nosotros, los amantes de la verdad, preferimos enfrentarnos cara a cara con el horror, aunque solo sea para ser conscientes de nuestra escalofriante realidad. Yo, Samiro de Gurna, he conocido la verdad humana, desnuda, clara y sin tapujos. Una realidad espeluznante que a todos esos seres humanos arrojados y atrevidos quiero revelar. En el silencio de mi mente la he escuchado. Entre las sombras del pensamiento me ha sido transmitida a través de neuronas rebeldes que deseaban comprender este universo en penumbra que dirige nuestras vidas. Y lo he entendido y lo he asumido, con repugnancia sí, pero con valentía. He sabido que cada ser humano no es más que un universo particular y genuino creado por una escalofriante sociedad de bacterias con el único fin de sobrevivir. Estos universos se relacionan entre sí exclusivamente para mantener la colonia y cada uno de nuestros sentimientos no son más que el reflejo del estado de opinión de los creadores y propietarios de cada universo .

Esa es la verdad. Por cada célula humana hay 10 células bacterianas. El genoma humano tiene 20.000 genes distintos y medio millón de genes de bacterias. ¿Es necesario conocer más para sentir un escalofrío recorriéndonos de pies a cabeza? Es posible que no, sin embargo, esto no va a cerrarle la boca a Samiro de Gurna que segurirá desenmascarando a esos entes que nos poseen y que no son más que nosotros mismos.

Samiro de Gurna

El Demodex puede disfrutar de su corta vida sin nunca pensar en el territorio en el que se desarrolla. Su hogar se le antoja cálido y protector. Las pestañas de nuestros ojos son acogedoras y agradables. Un paraíso en el que vivir. Las jornadas son plácidas. La obscuridad y el reposo del territorio que huellan les animan a despertar. El alimento les rodea, picotean aquí y allá sin prisas, sin agobios, disfrutando del paraíso en el que viven. Devoran su entorno y practican sexo con placer, sin control, sin remilgos, sin cortapisas, hasta el amanecer. Su vida no parece un espanto, a pesar de que recorren nuestro rostro dormido, sin pedir permiso y sin intención de interrumpir el sueño.
Pero no todo es placidez entre los Demodex. Alguna vez su tranquilo estilo de vida se ve afectado por el universo en el que viven. Tal vez una pena de amor, tal vez un despido imprevisto, una deuda, un temor…. Cualquiera de estas circunstancias pueden impedir el sueño reparador de un universo humano cualquiera y es entonces cuando la furia Demodex despierta y el horror se extiende por el mundo sin control. Los Demodex no soportan ser molestados, no toleran que sus ritmos vitales sean alterados. Por ello, ante una vigilia prolongada de su entorno entran en acción sin piedad. Su furia es aterradora y muchas veces egoísta. No quieren comprender que dañar el medio ambiente es también un daño individual. No pueden comprenderlo porque la ira por la alteración de su rutina les nubla el entendimiento. No son capaces de aceptar que agredir el universo creado para mantenerlos con vida, no puede más que perjudicarlos. Sobre nada de esto reflexionan, solo se dejan conducir por la furia y atacan coléricos las pestañas y los párpados.

Demotex
Demodex folliculorum

Sentimos un terrible comezón imposible de soportar. Espantosos picores que amenazan con conducirnos a la locura. Horrendos pinchazos que nos cortan la respiración y aceleran peligrosamente los latidos de nuestro corazón. La guerra puede ser larga, la batalla sangrienta, pero al fin los Demodex siempre vencen. Esto es así. La victoria es siempre, siempre, bacteriana. Y al final, al menos durante sus 18 días, regresan a su vida cotidiana. Solo comen, follan y revientan sobre nuestra piel mientras dormimos. ¿Podremos soportarlo, ahora que somos conscientes? ¿Podremos asumirlo ahora que sentimos sus andares perezosos por nuestros ojos? Yo Samiro de Gurna sí. ¿Y tú?






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